jueves, 16 de diciembre de 2010

Garrincha Club

Me mirás con esa carita de desconcierto
como cuando te dije que sí, es un club social
que con unos tipos casi todos barbudos y cada vez menos desconocidos
y con unas chicas hermosas y cada vez menos desconocidas
nos juntamos los martes en un boliche mugriento y lleno de cucarachas
que ponemos plata en un banco todos los meses
que estamos armando un arca llena de animales exóticos.
Y cuando te dije que podíamos y no me creíste
que en una semana nos mandábamos a hacer una fiesta
que en diez días editábamos un libro doble de la Colección 69
que al final no se pudo tener por esas cosas de los tiempos del imprentero.
Pero no importó y seguimos avanti morocha con la fiesta
y a algunos no les jodió porque todo les chupa un huevo 
y a otros les pegó más o menos pero se la bancaron
porque las pilas las ponemos nosotros
nosotros todos nosotros sin importar quienes
nosotros.

Me mirás con esa carita de cómo puede ser
que una señora buena onda nos preste el local sin poner un mango
que corrimos los muebles que estorbaban y armamos una barra allá
que en media hora decoramos con guirnaldas de colores
y así los borrachos no se tragaban un vidrio
que pusimos lucecitas de un arbolito para alegrar una pared muy larga.
que dibujamos y pegamos carteles, escribimos un pizarrón.
Trabajamos aquí hasta que salimos al galope
a buscar las bebidas al otro mundo
y discutimos con un chino en un supermercado de las antípodas
en un idioma incomprensible para él y para nosotros.
Luego volvimos en caravana con los baúles repletos
como deudos de un difunto camino al cementerio de cervezas.
Y la vuelta se puso fea, cayó mucha agua, las calles se inundaron tanto
que fue como cruzar un río o el Mar Rojo hacia la fiesta prometida.
No me gusta la lluvia me pone triste va a venir menos gente
me pone triste, la lluvia me pone triste.
Tranqui, linda, no hablés de la lluvia en un poema
el agua va a hacer que refresque,
la fiesta va a estar buena, nos vamos a divertir, ya vas a ver.

Me mirás de nuevo con esa carita de desconcierto
cuando trato de explicarte qué es todo esto
mientras estás parada en el medio de un salón de la calle Alsina
y la música del Dj es confusa cuando él abandona la nave
y por delante nuestro pasan un ragbier y un mexicano
compartiendo una botellita de gatorei y me convidan sin soltarla
Se las saco de las manos y tomo un sorbo largo
que me pega en la nuca con su gusto a goma quemada
con su gusto a piquete que el mexicano confunde con tierra mojada
es mezcal, me dice con la voz de Don Ramón,
tienes que tener cuidado cuando empiezas ya no quieres parar.

Y vos seguís con esa carita de ¿qué es Garrincha?
No hablás, te reís, mirás, tratas de entender
por qué hay chicas lindas por todos lados que me saludan
por qué nos sacamos fotos poniendo caras de locos
por qué hay doscientas botellas de cerveza, diez de fernet y quince de coca
en unas heladeras apagadas llenas de un hielo que traspira
mucho hielo al pedo que termina mojando todo el piso.
No entendés por qué hay dando vueltas una botellita de gatorei
con un líquido transparente que huele a cicatrizante
y no me olvido de la botella que tiene mezcal
porque pasa de nuevo cerca y le doy otro saque
y me voy saltando con un par de energúmenos 
abrazados a poetas famosos.

En uno de esos trompos paso cerca y te grito:
Garrincha somos todos los que hacemos Garrincha.
Garrincha es el homiguero, no la hormiga.
Después más tranquilo amplío el concepto, te digo:
es la lluvia, no la gota,
el glaciar, la cordillera, la ciudad, la manada, el panal.
Ya lo dije, son palabras que no hay que poner en un poema.
Por eso a veces siento que hacer funcionar a Garrincha
es como tratar de empujar un submarino.

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