lunes, 25 de octubre de 2010

Stanley Kubrick

Un hueso se convierte en nave espacial. Eso es un mensaje, claro. Un hueso, una nave y en el medio, una odisea. No estamos preparados para admitir que hubo un cambio entre un estado y otro. Y algo pasó. Hubo un cambio, en teoría una evolución. Pero el hombre sigue siendo el mismo. El del hueso y el de la nave. Y yo.

Creo en las personas que emprenden sus caminos. A veces. Otras veces pienso que todo es una boludez. Veo sólo la parte del esfuerzo que pongo. No me doy cuenta de lo que voy haciendo.

Escuché esto: Nunca comería un asado de mollejas. Son ricas las mollejas. Pero sólo mollejas, nunca. Si fueran rabas es otra cosa, pero no comería mollejas solas. No termino de entender esta actitud. Imaginate, es como comer verduras solas. No sé qué tiene que ver, pero el único requisito que tienen que tener las mujeres para cumplir con mi fantasía es tener algún elemento que complique la concreción de la realidad. Algún elemento que complique. Me quedé tildado ahí.

El hueso, la nave, yo soy el mismo hombre u otro igual pero mejor. Un hombre normal. Necesito algún elemento que complique. No estoy pensando en nada. Eso es felicidad. Qué lindo es estar acá así ahora. Una vez le mostré el mar, este mismo mar y no voy a seguir enumerando cosas porque no tiene sentido traer ese recuerdo. Ni ese, ni ningún otro, ni ningún elemento que tuerza el sentido de lo que quiero decir.

En este momento mi realidad pasa por otro lado. Y de verdad que no importa. De verdad. Y me río porque no soy más el hombre que golpea el hueso y creo que soy el de la nave y al fin de cuentas los dos son iguales, pero este es mejor. Qué se yo, más lindo, más libre. Y digo que no me importa porque lo que sí importa es que yo me haya dado cuenta de eso.
Y que ahora tengo las orejas calientes y el pecho me late fuerte cuando estoy cerca de esa otra fantasía que me gusta o de esa otra que me vuelve loco o de esa otra que me seduce y lo que importa es que yo me haya dado cuenta de eso. De que eso es posible.

Tengo las orejas calientes y la busco sin buscar porque la voy a encontrar. El hueso, la nave, en el medio yo. Pero necesito algún elemento que complique. Parece.
Algún elemento que complique.

Algún    elemento    que   complique.

Al-gún    ele-men-to    que    com-pli-que.

lunes, 18 de octubre de 2010

GARRINCHA CLUB SOCIAL

Hay una vibra en el ambiente.
Se viene... ya dejó de amagar,
desbordó por la punta
y te la va a clavar en un ángulo.




Anotate

jueves, 14 de octubre de 2010

Enfermo de la pija

Cuando dijeron que se podía operar me puse bien. Al principio, después me empecé a preocupar. Eso de que fueran a hacer un tajito ahí y que detallaran cómo iba a ser toda la operación me pareció más un toque morbo que una necesidad terapéutica.
No era cuestión de andar experimentando. Por esos días me había propuesto definir cosas que estaban inconclusas, que se acumularon de tanto tirar para adelante y dejar jirones que después se transforman en lastres: la sucesión de mi viejo, la venta de un departamento en común con mis hermanos, el divorcio.
Además estaba buscando un cambio de forma, quería delinear un estilo, impresionar desde el principio. Había empezado como un pasatiempo, después de terminar la facultad, pero el hobby había crecido y necesitaba una expansión, un giro. Algo había que hacer. La crisis de los cuarenta estaba a full.
En ese afán coleccionista de dejar todo catalogado, en plan de reorganización, empecé por ir al médico. Un amigo dice que uno se busca los problemas y también las enfermedades. Parece mentira, pero cada vez estoy más convencido de que tiene razón. Desde que fui al médico, las puntadas que sentía cada vez que iba a mear eran como si adentro de mí se hubiera desarmado un reloj a cuerda y las piecitas, esos engranajes metálicos puntiagudos, buscaran la salida a través de mi pito.

El otro día al salir del baño, en la casa de mi vieja, no sabía cómo hacer para disimular el dolor. Estábamos por almorzar. Nos habíamos reunido para definir lo del departamento. Yo no podía olvidarme de mi pija y todo me llevaba a pensar en eso. Constantemente. Mi cuñado cortaba un salamín con una dedicación absurda. En la otra punta de la mesa, mi hermano desenfundaba una baguette y procedía a cortarla con un cuchillo dentado. Mi hermana y mi vieja enrollaban canelones en la cocina, sacaban lo que sobraba del relleno y lo devolvían a la fuente con un latigazo de la mano. Al lado de ellas, la novia de mi hermano le daba con el pelapapas a una zanahoria bastante grande. Me escapé de la cocina y salí al patio agarrándome ahí, tratando de que nadie me viera. Los perros estaban disputándose un chorizo que robaron de la parrilla. Los chicos se reían y me tuve que ir antes de que le arrojaran otra cosa a los perros. Me encerré en la pieza de mi vieja. Me tiré en la cama y prendí la tele. En Discovery Health estaban haciendo una operación de colon harto sangrienta; en Gourmet estaba el japonés gordo y simpático explicando cómo cortar el sushi sin que se desarme todo; y en Utilísima una señora estrujaba una pasta de papel con ambas manos hasta formar un palo que luego cortó en trozos. Apagué la tele y volví al comedor. Mi hermano estaba con la botella de vino entre las piernas y puteaba porque el corcho no cedía. Para colmo, la más chiquita me dijo: tío le sacás punta a este lápiz.
Los mandé a todos a la mierda y me fui a la calle.
Tratándose de una persona que intentaba reinventarse a los cuarenta, la actitud de adolescente escapista fue la más indicada. Parece mentira que la pija y sus dolores se hayan vuelto el centro de mi vida y que todo girara alrededor de eso con una saña que parecía deliberada.
En la calle advertí que había más aire, el frío no soltaba del todo a la primavera, pero los brotes habían empezado a surgir igual. Avisé que no me quedaba a almorzar y me fui. Caminé en zig-zag. El domingo a la tarde el centro estaba despoblado. Había unos viejos durmiendo en colchones en la calle, otros revolviendo tachos. Dos o tres tipos estirando el cogote o tapándose el reflejo con una mano para espiar el partido desde afuera de un bar. Todos los negocios cerrados salvo, cada tanto, un kiosco. Quería dar vueltas para no volver a lo mismo.
Llegué a Constitución. El décimo muchacho que me tiró una tarjetita para entrar a un sauna me dijo: cagón, ¿a qué venís por acá? No dudé. Había oído hablar que el veneno de las víboras se extrae chupando la zona afectada, ¿quién no lo sabe? Pensé que una mujer experimentada podía sacarme el armadillo que tenía horadándome la pija por adentro. Le pagué al flaco de mala muerte que se apostaba en la entrada. El tipo gritó que iba para una chupadita. Subí por la escalera y, pobre, a la chica le faltaban dos dientes de adelante y no le importaba sonreír.
No es que no estuviera dispuesto a todo, al contrario, haber entrado ahí fue una muestra, un impulso desesperado para sacarme el dolor. De última, era un intento por apenas unos pesos que podía evitarme ir al quirófano. La operación consistía en una serie de pequeñas incisiones en la ingle, pero una sonda debía introducirse por el pene para drenar. La anestesia iba a ser local, sin riesgos. Preferí probar con la chaqueñita sonriente.
La mina se arrodilló sin preámbulos, tiró del jogging, se me prendió como sopapa y empezó a hacerse la sexi. ¿Pero para qué me miró? Mostró esos huecos faltantes en su boca, la lengua verde de mate y encima tenía un moco a punto de caer sobre su labio. Era imposible que se me parara, por más que hubo esmero de mi parte y que fue admirable su tenacidad. Decidí que todo había terminado cuando me preguntó ¿queré que te chupe lo huevito? Escapé corriendo. El flaco de la puerta se rió de mí.
Esa tarde caminé mucho, llegué al borde del Riachuelo. Me dieron ganas de mear o de matarme. Nunca antes había hecho pis en ese río podrido. El meo no se mezcló con el agua aceitosa, tampoco salpicó. Se formaron diseños búlgaros, trazos sicodélicos de colores, nubes irisadas levemente, hasta que la capa negra de la superficie se tragó todo el pis. Al final del chorro, el dolor se hizo insoportable. La chaqueña había hecho poco y nada en lo sexual, pero se ve que sabía algo de sacar el veneno de las picaduras de víbora. Un pedacito de carne rosa del tamaño de una semilla de melón salió por la punta de mi pija y quedó ahí pegado. Me asusté y lo saqué de un tincazo. Lloré en cuclillas durante un rato, mientras miraba el cachito sobrante y más atrás la chimenea de un barco hundido.

Subí la escalera de la escribanía. Arriba me esperaban para cerrar la operación. Traté de llegar con el acto empezado. Mi hermana y mi vieja me reprobaron con la mirada. Mi hermano mandó un llegaste tarde boludo y a mi cuñado ni lo miré. Este era el que faltaba, dijo una secretaria. Apenas me senté me dieron ganas de mear. Cuando retengo, el dolor empieza desde adentro de los huevos y sé que la salida del pis va a ser terrible.
El escribano se puso pesado con la documentación y se creyó en la obligación de hacer chistes o rimas con los apellidos. Cuando se paró para indicarme dónde debía firmar, pude que tenía una bolsa de diálisis adherida a su cintura y un cañito que se perdía por detrás. Un líquido amarillo fuerte se agitó dentro de la bolsa cuando el hombre cerró su saco con una mano y con la otra señalaba insistente adónde debería estar mirando. Firme aquí, señor. Hay cosas peores, lo sé, pero eso no me aliviaba.
Esa semana seguí decidido a terminar con todo. Fui al hospital y me hice los análisis para el preoperatorio. Si había que cortar algo, que lo hicieran de una vez. Me iban a operar. La enfermera me dijo que me sacara la ropa y que esperara en la camilla. Hacía frío. La sábana estaba dura, también la camilla. La valentía se me estaba acabando y mi pija parecía un pajarito asustado. La mujer volvió a entrar sin pedir permiso, total yo tenía que estar en bolas. Tenía una bandejita en la mano, una gasa y una Track dos. Acuestesé. Tomó al gorrioncito por la puntita y desparramó la espuma con total naturalidad. Luego, sin dejar de tironear, comenzó a pasar la afeitadora a contrapelo. Por su propia condición salvaje, el animalito suele ser desobediente. No pude detener la erección. La enfermera le pegó un golpe seco de revés con los nudillos. La vergüenza superó al dolor. El dolor superó a la vergüenza. Como el pato Lucas cuando se traga una dinamita, los ojos se me hincharon de sangre, el pico se me fue para atrás y casi me desmayé.
En ese momento sonó el celular. Ahí empezó otro tema. Mi ex mujer. ¿Donde estás? Qué te importa. Bueno, es verdad, me importa un pito, es que Alberto dice que esta misma tarde tenés que venir a firmar lo del divorcio. ¿Tenés?, no, no tengo nada. Ahora estoy por cogerme a dos cubanas, si me quedan ganas después paso.
Corté y apagué el teléfono. La enfermera me miró raro. Le expliqué que desde que mi ex se encama con un abogado, hasta las complicaciones se complican, toda estrategia es inútil.
En las crisis, en cualquiera, lo ideal es saltar sin pensar adónde se va a caer. Mi amigo, el que habla de las enfermedades que nos buscamos nosotros mismos, me dijo que una persona que manifiesta cierta patología tiene que curarse antes de recurrir a la medicina tradicional. Y peor en el caso de que la solución sea por vía quirúrgica. Él insiste en que si uno mismo se crea los problemas, uno mismo puede sacárselos y si no lo hace volverá inevitablemente a generar la misma enfermedad después de la operación.
El anestesista me dijo que con la peridural no iba a sentir nada de la cintura para abajo. Pero, ¿dónde queda mi cintura? Sentí perfectamente como una cánula gruesa trepaba por mi pito hacia las bolas. Esta vez me desmayé mal. Lo último que escuché fue al cirujano: no te preocupes, te va a quedar cero-ka-eme.
Al final era tan simple. Debió haber sido más prolijo y sin tantas vueltas. Desperté mirando un reloj que estaba colgado en una pared de azulejos blancos. Ni bien abrí los ojos vi a la enfermera que me había afeitado. Así que resultaste blandito, menos mal que te dormimos. Si te duele la cabeza avisá, yo ya vengo. Tres segundos tardé en tocarme y buscar qué era lo que me habían dejado. Por la anestesia, no podía incorporarme a mirar, pero estaba ahí y, según lo que palpaba, estaba intacto.

Unos días después el dolor se fue. Vida normal. Los otros problemas seguían molestando. La escritura se abortó por un problema en la sucesión y no fui un carajo a firmar nada a lo del abogado que se coge a mi ex. Además, el tema de la crisis de los cuarenta seguía sosteniéndose a pleno. Pero, el pingo respondía, por lo menos ya meaba sin dolor y, para el resto de las funciones, ni más ni menos que lo mismo de siempre.

sábado, 9 de octubre de 2010

Un hombre normal

Sigo con la temática de la normalidad.

Letra y música MASSACRE
22 de octubre - PEPSI MUSIC
MASSACRE Y GREEN DAY

Y es al final cuando logro pensar
cuando puedo no ver mi crecimiento
ayer soñé con un beso ideal
hoy desperté creyendo en mis sueños

Soy un hombre normal, sólo un hombre
un hombre normal, sólo un hombre
un hombre normal, sólo un hombre
soy un hombre normal, sólo un hombre

Ayer terminé mi juego espacial
hoy represento sólo a mi cuerpo
camino hacia atrás me veo soñar
y aunque no veo mis pensamientos
soy un hombre normal, sólo un hombre
un hombre normal, sólo un hombre

Me cuesta tiempo y dinero
el ser un ser racional
me veo más expuesto
a querer ser un hombre normal
¿para qué ser social? (normal)
¿para qué ser normal? (normal)
para verte llorar (normal)
yo prefiero volar.

Es tiempo y es tiempo
momentos para descansar
no puedo recordar
mis manos me impiden hablar
¿para qué ser normal?
¿para qué ser social?

Para dar a mis manos una realidad,
es preciso que me digas la verdad (4 veces)

Para dar a mis manos una realidad
Soy un hombre normal
es preciso que me digas (4 veces)

Gracias Wallas
Un beso
Tomá.
http://www.youtube.com/watch?v=ED9AsiZLd88&feature=related

jueves, 7 de octubre de 2010

Soy Leyenda

¿qué es lo normal?
¿esos tipos del subte que juegan al tenis con sus suegros?
todo bien man todo tranqui todo bajo control
las pelotas
estoy repodrido
re podrido
no quiero todo bien man
no quiero todo tranqui
no quiero todo bajo control
los muertos tienen todo tranqui
los muertos tienen todo bajo control
¿qué mirás?
mirá escuchá olé sentí chupáte esta
yo soy leyenda
soy un zombi para vos
y no me refiero a vos
los ojos rojos la concha de tu madre
¿no los ves?
quiero carne quiero
nunca es suficiente
la carne de otro plato que no es mio
comerte el cerebro y esos ojos
comerte sabés comerte
todo tranqui todo bajo control
todito mujer todito
salí
salí de una vez
no seás así
no te voy a hacer mal
vas a ver que bueno puedo ser
soy un zombi
¿no lo ves?
no tengas miedo
soy leyenda

A continuación un fragmento de la novela de Richard Matheson (La película, horrible)

Pero luego el silencio se extendió sobre sus cabezas como una pesada capa. Todos volvieron hacia Neville sus rostros pálidos. Neville los observó serenamente. Y de pronto razonó: Yo soy el anormal. La normalidad es un concepto mayoritario. Norma de muchos,no de uno solo.
Y comprendió la expresión que reflejaban aquellos rostros: angustia, miedo, horror. Le tenían miedo. Ellos le veían como un monstruo terrible y desconocido, de una malignidad más odiosa que la de la plaga. Un espectro invisible que como prueba de su existencia sembraba el suelo con los cadáveres desangrados, de sus seres queridos. Y Neville los comprendió, y dejó de odiarlos. La mano derecha apretó el paquetito de pildoras. Por lo menos el fin no sería violento, por lo menos no habría una carnicería...
Neville observó a los nuevos habitantes de la tierra. No era uno de ellos. Semejante a los vampiros, era un anatema y un terror oscuro que debían eliminar y destruir. Y de pronto nació la nueva idea, divirtiéndolo, a pesar del dolor. Tosió carraspeando. Se dio vuelta y se apoyó en la pared mientras se tomaba las pildoras. Se estrecha el círculo. Un nuevo terror nacido de la muerte, una nueva superstición que invade la fortaleza del tiempo.
Soy leyenda.

lunes, 4 de octubre de 2010

La destrucción del habla (un clásico)

Al principio pensaba mal, pero después aprendí a ordenarme. Espero que me entiendan cuando escuchen lo que voy a decir porque las cosas pueden parecer claras pero luego, según creo, se van a ir complicando hasta la incomprensión más absoluta. Eso es un síntoma de la refecén a la que estuve siendo sometido cuando me alisté como voluntario en la vasina de testeo, un lugar de experimentación de drogas de oblicación mental que anulan la comunicación. Voy a tratar de solicar rápido sin detenerme en los errores anustos que, por lo que veo, ya empiezan a grundir. Cuando llené el formulario había anfaciones que no comprendía bien. Eso al principio me sugirió cierta desinción, pero luego me tranquilizaron las palabras de la enfucines del lugar, una mujer muy dispadia, de adorable ir y mejor venir. Quizás me habrá encantado con sus hermosos gorrios azules o sus galeas descomunales, pero lo cierto es que convicté anonadado. La cuestión es que a pesar de las golusiones de rigor, el día que me endinaqué estaba dispuesto a todo. Me afexaron un líquido ambiciente que rápidamente asgluyó la normalidad de los sentidos, ricutiendo una fuerte espaliación de los órganos sensitivos. Después de jutos días de ramondo en una habitación muy lunadiza, finamente amueblada, me fagosieron a estudios de sautamiento. Por último, me trieron que se los explicara en esta andieta. Debía alucir todo lo regorido. Es por grotias que escuchan esta locisa que ni yo mismo acuto. Si van a portecar ustedes también, aberusen que las consecuencias loban nefastas. El úbice del ranento parece haber ascuido, por momentos. Ahora, la ferice empeora, no merbila dosis esperte, ni abucema únima esbénita alguna. Impo, menos enuce dastánico, mieste nunca abcedio dusita, malsir escorpa.

domingo, 3 de octubre de 2010

Busco mi bienestar

Justo cuando estaba tirado y abatido
la vida me dio una segunda oportunidad
y la tomé y me metí hasta el cogote
y no pensé que pudiera haber una tercera
una cuarta
una quinta
Me quedé con la segunda
con la segunda estaba bien
pensé que era lo suficientemente afortunado
por haber recibido otra oportunidad
como para no necesitar una tercera
una cuarta
una quinta
Todos los días salgo a buscar mi bienestar
a la mañana me baño y me limpio del sueño
del sueño feo
y empiezo el día esperando el día
que un encuentro
un encuentro casual
cambie mi vida otra vez
una tercera oportunidad
una cuarta
una quinta
no se le puede negar a nadie.